Armando Gómez de Alba
Destacado pintor mexicano realista y paisajista con inspiración en la temática de su amado México y sus tradiciones, quien tomó interés en pintar escenas de la vida cotidiana y de aquellos personajes que identifican a nuestra cultura. Con todo su colorido y retratando lo autóctono deja una gran huella en las páginas de la historia del arte mexicano
El Maestro Armando Gómez de Alba hace sus estudios en la Escuela de Pintura y Escultura “La Esmeralda” del Instituto Nacional de Bellas Artes, en 1958 es nombrado maestro por esta institución y en 1976 le es otorgada la medalla de plata como “Gran Maestro” del Arte en este mismo Instituto.
En 1962 ingresa al Frente Nacional de Artes Plásticas donde participa en exposiciones a nivel internacional al lado de grandes maestros del muralismo mexicano y su obra visita países como Hungría, Checoslovaquia, Rumania, Polonia y Yugoslavia.
En 1964 pinta el mural “la Historia de la Tauromaquia” en el Toreo de Cuatro Caminos y en el 65 realiza una exposición itinerante por toda la República Mexicana de un mural transportable por encargo de Ferrocarriles Nacionales de México.
Durante su trayectoria sus obras son adquiridas por diversos coleccionistas de la Unión Americana y pinta el retrato de Don Benito Juárez para la Legión Masónica Mexicana y en el Palacio de Gobierno de La Paz, en Baja California Sur. Realiza también por encargo del INAH, las investigaciones etnográficas de Baja California Sur de razas en extinción convirtiéndose en una de sus grandes colecciones.
Por encargo del Arzobispado de México, pinta los retratos de Juan Diego y la Virgen Morena que se encuentran en las oficinas principales de la Catedral y Basílica de Guadalupe.
Es el creador del “Quijote”, una magnifica escultura de 7 metros de alto que se encuentra en el Hospital Español de la Ciudad de México.
A lo largo de su trayectoria el Maestro Gómez de Alba además de realizar una gran cantidad de exposiciones personales, trabajó como escenógrafo de importantes obras teatrales y de televisión.
Sin duda un artista que dejó una profunda huella en el arte mexicano.
Sylvie Reynaud
Dirigir un proyecto como la Compañía Nacional de Danza no es cosa simple, pues se trata de mantener a flote a la agrupación más importante de ballet en México.
La maestra Sylvie Reynaud ha asumido ese reto, pues está convencida de que es el momento idóneo para explotar la parte emotiva de la agrupación, partiendo del rigor técnico que ya posee la misma, así como del fortalecimiento del nivel artístico, tanto de los intérpretes, como de los montajes.
Reynaud sabe que la clave no está sólo en el rigor y la disciplina, elementos básicos para el funcionamiento de una Compañía de estas características. Está convencida de que el bailarín debe proyectar sensibilidad en el escenario y dejarse motivar por sus propias emociones y sentimientos para lograr una conexión con el público.
Y tiene todo para lograr sus propósitos. No por nada está catalogada como una de las bailarinas mexicanas más prodigiosas por su técnica, belleza y calidad interpretativa. A tal grado, que el máximo coreógrafo de todos los tiempos, Maurice Béjart, puso sus ojos en ella y la invitó a participar en el ballet Siglo XX, durante la Olimpiada Cultural México 1968.
El reconocimiento alcanzado por esta mujer, es fruto de una ardua batalla en el gremio dancístico nacional, desde que egresó de la Escuela de la Ópera de País y de la Academia de la Danza Mexicana. Tuvo grandes maestros que instruyeron su camino, tales como Jorge Cano, Sonia Castañeda, Carlos López y Michael Lland.
Tan pronto terminó su formación, su despegue fue eminente. Comenzó a cosechar triunfos importantes. Fue parte del Ballet Clásico de México (aún cuando era estudiante). Estuvo becada por Béjart en Bélgica. En 1973 se integró al London Festival Ballet como corifeo y luego pudo bailar como slista en distintos países como Francia, España, Italia y Suiza. Dos años más tarde alcanzó otro triunfo: la invitan a ser solista en la Compañía de Ópera y al Ballet de Graz, Austria.
Por si eso fuera poco, la maestra Reynauld fue motivo de inspiración dancística, ya que le crearon ballets exclusivos para ella. Su director, Waclaw Orlikowsky fue el coreógrafo que le hizo las piezas “Juego de cartas” y “Opern ball”. Con esta agrupación tuvo la oportunidad de visitar regiones que jamás pensó pisar: Checoslovaquia, Hungría, Yugoslavia y Luxemburgo.
Todos los esfuerzos realizados durante su andar por la danza fueron compensados más tarde con dos distinciones emblemáticas: la Medalla Bellas Artes y el título de maestra de la Royal Academy of Dance, de Londres.
El año de 1993 fue histórico para ella. Fue la fecha en que se retiró de los escenarios. El Palacio de Bellas Artes fue el recinto que fue testigo del adiós de la maestra Reynaud quien interpretó Giselle.
Hoy se dedica a la enseñanza de la danza en su propia Escuela de Ballet Sylvie Reynaud, donde comparte su experiencia con las nuevas generaciones de bailarines que como ella, han encontrado en este arte su forma de expresión. Su calidad es tal, que tiene el reconocimiento oficial como docente por parte de la Royal Academy of Dance de Londres, Inglaterra.